sábado, 9 de junio de 2007

El sapo negro que se tragó a Lulú




El lunes que llegué a trabajar como de costumbre y no ví a Lulú en su lugar me dije: “Qué raro, ella nunca llega tarde ni falta” y menos porque vive a menos de cien metros de la oficina. Siempre era la primerita en llegar. Ya como a eso de las nueve y media de la mañana el gerente de área convocó a una junta en el segundo piso de la sucursal para avisarnos que a partir de ese día Lulú no trabajaría más con nosotros, que se había regresado a su natal Morelia Michoacán y que ahora los reportes mensuales que debíamos entregarle a ella quedarían bajo la responsabilidad de la chica encargada de calidad y auditoría.

-¡Pero qué raro que se fuera así nada más y sin despedirse! – Fue lo que yo pensé. En fin, tras asimilar la noticia de que ya no la veríamos por estos rumbos, regresé a mis actividades normales. Unas horas más tarde, recibí un correo electrónico de la mismísima Lulú el cual estaba dirigido a varios compañeros de la oficina, no a todos, en el que se despedía y agradecía la amistad que le habíamos brindado durante su tiempo aquí.

La historia de esta chava es que ella entró a trabajar en esta empresa en Morelia cuando aún estudiaba la carrera de “Informática” y su puesto (de medio tiempo) tenía como función entregar y custodiar las tarjetas de débito. Como vieron que se superaba constantemente y siempre cumplía con su trabajo eficientemente la promovieron para el área de servicios administrativos una vez que concluyó sus estudios universitarios, donde también se desarrolló con mucho empeño. Una vez que tuvo su título en mano, le ofrecieron el puesto de Servicios empresariales (mismo que tengo yo hoy en día y en el cuál la conocí) para el que cubría perfectamente el perfil. Sólo que había un problema: Tendría que mudarse a la ciudad de Querétaro. Supongo que por el reto que implicaba y la emoción de la aventura ella aceptó, además de que la empresa ofreció pagarle la renta durante un año. Ella misma me platicó que esta decisión fue muy difícil de tomar, pues siempre había sido una persona muy apegada a su familia, especialmente a su madre. Así que con las maletas llenas de ilusiones y los zapatos bien amarrados se vino a vivir acá.

Tal como esperaban quienes la promovieron, tomó el hilo del puesto rápidamente y además siempre tenía muy buena disposición. Yo supe por ahí que varias veces la hicieron quedarse hasta las tres de la mañana cuando una de las empresas más importantes de la cartera asignada tuvo serios problemas con el cuadre y aplicación de pagos a los créditos de sus más de cinco mil empleados. Lulú era muy confiable y siempre tenía una actitud envidiable. Sus resultados en el puesto hicieron que a un año de estar por estos rumbos, el gerente la considerara para ocupar un nuevo puesto de reciente creación y de mayor jerarquía.

Así que un año después de estar en Servicios empresariales nuevamente era ascendida de puesto. En esta ocasión su función sería evaluar, medir y administrar los resultados de todos y cada uno de los que trabajamos en este departamento para reportarlos a la alta gerencia; parte de lo que denomina “Sistema de Calidad Total” – Fue justamente en esta parte de la historia donde comenzaron sus verdaderos problemas.

Lo vuelvo a repetir, ella era una persona con la que de verdad daba gusto trabajar, siempre la veías sonriendo y en toda ocasión hacía muy bien su trabajo. Por eso se me hizo tan raro que se fuera a unos pocos meses apenas de que la hayan ascendido.

Y resulta que me voy enterando que se fue porque ya no pudo aguantar más la presión y las enormes trabas que sus propios compañeros le pusieron. Me enteré que al momento de su ascenso varias personas que ya tenían mucho más tiempo trabajando aquí se pusieron verdes de la envidia cuando se enteraron que Lulú de 23 años había crecido tanto en la empresa y en tan poco tiempo y le reprocharon al gerente del departamento la decisión de colocarla a ella. Entre esas personas está una diabólica Madame cuarentona, solterona, amargada y maléfica que odia a todo el mundo (no usaré su nombre – Sólo la llamaré Madame) y que lleva quince años trabajando aquí; y que por su actitud, poca preparación académica y casi nula simpatía nunca ha subido tanto en el escalafón. Aunque Madame tiene solamente una carrera comercial, su experiencia de tantos años sí la hacen mucho muy conocedora de todos los procesos de la empresa; en pocas palabras sí podría ser hasta la gerente de área. Yo digo que es su negatividad lo que le ha impedido crecer. Esta señora o señorita, porque creo que no es ni casada ni con novio, es tan amargada que si la invitan a partir el pastel por el cumpleaños de algún compañero, ella responde : “- Yo no participo en los pasteles”.

La razón de ser del puesto de Lulú era hacernos revisiones “sorpresa” a todos y debía evaluar varios puntos críticos, entre ellos que tuviéramos las cuentas al día, que lleváramos el archivo al día y correctamente, que utilizáramos las cuentas contables como es debido y que tuviéramos el menor número de incidencias en la administración de nuestras carteras. En estas revisiones había cierto número de indicadores que arrojaban una calificación global; misma que debía ser reportada a la alta gerencia. Dicho número al igual que en la escuelita iba del cero al diez, siendo este último el nivel que obviamente todos deseamos.

Considero que lo más prudente es no utilizar ningún nombre en este relato, porque a final de cuentas lo único que importa son los hechos. El gravísimo error por parte de algunos compañeros evaluados fue tomar como algo “Personal” la calificación que Lulú reportaba. Innegablemente si había algo que el administrador estuviera haciendo mal iba a relucir en la revisión. Precisamente para esto era dicha actividad; para estandarizar las actividades de todos, que todos hiciéramos nuestro trabajo según los procedimientos y reglamentos y no como cada quien quisiera.

Al poco tiempo hubo personas que empezaron a atacar a Lulú de la manera más baja que pueda haber. Empezaron a mandarle correos bastante incómodos en los que se quejaban por la evaluación. Insisto, hubo personas que lo tomaron como algo personal. No había un solo día en el que no la atacaran.

Ella como buena persona y por su carácter tímido y demasiado amable no pudo hacer entender que no se trataba de una cuestión de índole personal y que su trabajo era medir el de los demás. El gerente sólo le decía “No les hagas caso” pero tampoco nunca tuvo las bolas bien puestas de poner en su lugar a ese ramillete de lacras.

El nivel de presión ejercido en contra de Lulú la llevaron a enfermarse seriamente de estrés; al grado de incapacitarse. Más de una vez uno de esos correos de “ataques” la hicieron llorar. Después de esto decidió rendirse.

Finalmente decidió que renunciaría. Sí, le habían ganado la batalla (lo que no sabían es que la guerra no) y ya estaba totalmente decidida a presentar su renuncia el 24 de mayo; de hecho ya hasta la tenía hecha; lo único que tenía que hacer era hablar con el gerente. El día de la charla llegó y el jefe le pidió que por favor no se fuera así, hizo lo posible de convencerla pero no fue posible, la decisión ya estaba tomada. Lo máximo que logró el máximo mandatario en la oficina fue persuadirla para que se fuera hasta el 31 de mayo y le diera tiempo de entregar todos los pendientes a la persona que se quedaría temporalmente en su lugar. Y así fue.

El viernes primero de junio ya no se presentó. Yo para esa fecha no sabía nada; pensé que no estaba porque estaría en una junta. Fue hasta el lunes cuando la espina ya no me latió. No fue ese día cuando me enteré de todo. No, eso fue hasta el miércoles posterior y no pienso revelar como es que lo supe; pero sí juro que todo lo dicho en este texto es verdad... Todo esto me recordó la fábula del sapo y la luciérnaga, en la que el anfibio perseguía constantemente al insecto para tratar de devorarlo y cuando finalmente lo alcanza éste le pregunta: “-¡¿Por qué quieres tragarme?! - ¡Tú no comes luciérnagas!” y el sapo le respondió: “Te odio por tu brillo” “No puedo soportar verte brillar mientras yo tengo la piel negra.”

Lo confortante de la historia fue que con base en su muy buen desempeño la empresa no iba a permitir que Lulú renunciara así porque sí. Movieron cielo, mar y tierra por hacer que se quedara, pero ella lo que quería era regresarse a Morelia, su tierra. Había ahí una vacante, pero en sucursal como “Ejecutivo de servicios” y después de recibir varios consejos ella aceptó. Así que a partir del lunes cuatro de junio ya se encontraba en Morelia y en el nuevo puesto, aunque fuera totalmente distinto a lo que había venido haciendo. Supongo que el cambio de aire fue bastante refrescante comparado al de la ciénaga de la que venía. Sólo puedo desearle suerte y que venga lo mejor para ella; pues lo merece.

Me pregunto si alguna vez tendré que enfrentarme al sapo negro y si podré contra él o intentaré correr hasta que me alcance; como en la fábula. Pero lo importante es que aprendí algo muy valioso: Cuídate hasta de quien menos imagines. La envidia es una enemiga que nunca hay que menospreciar. Hasta las personas más cercanas a ti pueden caer ante ella. Pero dentro de lo malo hay algo bueno, esas personas que tanto hicieron por hundir a Lulú nunca crecerán igual que ella; su castigo será quedarse donde están hasta estancarse y quedarse pegadas como el musgo a las piedras. Creo que la decisión del gerente fue correcta: No va a subir a nadie de esa oficina para cubrir la vacante, ninguno de ellos lo merece; van a contratar a alguien de fuera.

Agradezco tu visita y tiempo para leer esta entrada...
Me despido.

3 comentarios:

Karla dijo...

Esta historia real bien puede ser utilizada como caso para estudio de Recursos humanos.. cómo el estrés, la presión emocional y factores de ambiente de trabajo pueden pesar más que muchos otros factores que las empresas consideran como "normales": buena paga, desarrollo profesional, habilidades y aptitudes.

Esos sapos están por todos lados, aguas!

avy dijo...

"Utopicamente" si todos colaboraramos con nuestro trabajo realmente estos problemas no deberian de existir... lo que no entiendo es por que debe ser una utopia y no una realidad!!

Esto a penas empieza y solo es el inicio de lo que nos enfretamos en este cruel mundo laboral...

m i g u e l RUIZ dijo...

Me cae bien lulú sólo de leerte.
Otra víctima de un mal de nuestros tiempos.
Gracias Manuel por tu comment en "a la paciencia", es una de esas cosas que uno escribe en un momento crucial donde el significado de palabras como ésta (en determinados momentos) me hacen pensar en sólo observar como transcurre el tiempo sin hacer algo.
En verdad me costó dar "click" para publicarlo, pero tiene un no sé qué, que me late.

Te envío un saludo y un abrazo anticipado por aquello del cumple