lunes, 21 de abril de 2008

Suerte


¿Quién es ese oscuro personaje al que llamamos suerte? ¿Dónde se encuentra y cómo es que se puede ganar su simpatía? ¿Por qué sólo sonríe a muy pocos privilegiados? ¿Quién le otorgó el poder de alterar la probabilidad y cuál es la fuente de éste? Debe existir un motivo para que ese ente se digne a mover sólo los hilos de aquellos que le agradan, favoreciéndoles y brindándoles oportunidades que sin su ayuda no alcanzarían; por eso estuve empeñado en entrevistarle, quise confrontarle y desenmascarar al mundo entero su egoísmo gozador o quizá descubrir su debilidad y probar que puede dominársele mediante artilugios humanos.

Salir en busca de la suerte para cuestionarle no es sencillo, es una estrella muy escurridiza. En varias ocasiones estuve cerca de encontrarle, pero siempre consiguió escapar, hasta que por fastidio abandoné el anteproyecto. “Tendré que quedarme con la duda sobre qué tanto tiene que ver en los sucesos afortunados y desafortunados en la vida cotidiana” pensé derrotado. Mientras conservo la incertidumbre, me frustran las glosas que tratan de influir afirmando que la suerte es un placebo que deriva de una actitud positiva, fomentando en su creencia como una falsa idea; pero eso no es verdad, yo estuve cerca de ella tratando de entrevistarla, pero no lo conseguí porque pudo eludirme. ¿Por qué insisten en aferrarme a que las penalidades atribuidas a la mala suerte se hayan en un estilo de vida arriesgado? ¿Qué pueden ganar si me convencieran que la buena fortuna derivase de una actitud positiva y relaciones sociales satisfactorias?

Ante la escasez de material para armar un informe y en el poco éxito obtenido en la búsqueda, desalentado decidí regresar a mi oficina y en el camino, no sé si haya sido por macabra coincidencia o sólo suerte que encontré un filósofo quien al ver mi aflicción se acercó a mí y preguntó el motivo de mi abatimiento. –“Salí en búsqueda de la suerte, señor” –Fue lo que le dije. –¿Y la encontraste?, preguntó. “No señor, estuve cerca de ella, pero no pude acercarme lo suficiente para hacerle las preguntas que le había preparado” –“Eso es típico”, refunfuñó y luego con una voz más suave me dijo: “En mi experiencia he aprendido bastantes cosas, una de ellas es que sólo los tontos buscan a la suerte y cuando comprendí eso dejé de buscarla”. Me contó también que hace unos años, antes que yo, un racionalista emprendió el mismo viaje, pero su propósito no era encontrar a la suerte, pues al no hallarla podría demostrar que ésta no existe. Al hacerlo según él aproximaría la creencia racional en la suerte como la aplicación de leyes de probabilidad y elusión a dogmas acientíficos. –“Recuerdo perfectamente mi encuentro con aquél hombre”, musitó el filósofo, mientras asentía mi gran interés. –“La creencia en la suerte es el resultado de un razonamiento pobre o un pensamiento ilusorio”, es el orgulloso comentario que le había dejado el racionalista. Cuando le pedí un ejemplo de ello, me citó el mismo que le había ilustrado años atrás: Para un racionalista, un creyente en la suerte comete la falacia lógica post hoc:

A ocurre (llevo mi camisa de la suerte) y entonces B ocurre (algo bueno)
Por tanto, A causó B

En la visión racionalista del mundo, la probabilidad sólo está afectada por relaciones causales confirmadas. Que un ladrillo caiga sobre una persona que camine bajo él, por tanto, no está en función de la suerte de dicha persona, sino que es el resultado de la colección de ocurrencias comprensibles (o explicables). Estadísticamente, cualquier persona que camine bajo el edificio tenía probabilidades de que le cayese el ladrillo.
Al ver que la explicación de la suerte a través del relato del hombre racionalista no me había quedado del todo clara y ante mi desaliento, el filósofo trató de explicármela desde otra perspectiva: –“Suerte es acertar entre la casualidad y el destino, supersticiosamente hablando”. ¿Qué pasó con ese hombre? –Pregunté. Se le hizo tarde platicando conmigo, -dijo el filósofo- así que rentó una habitación en la posada de enfrente, supe que al otro día se resbaló mientras se bañaba, cayendo de nuca y muriendo al instante. Recuerdo que eso sucedió un viernes 13.

Suerte y destino, una relación cuando la suerte sigue al destino después de una vida con obstáculos. Hasta ese momento, nunca había pensado cómo el concepto y creencia podía variar según la perspectiva de su observación y en la forma de tratar de explicar su comprensión.

Ya escuchaste el concepto de suerte como falacia y te acercas a su concepción como esencia, dijo el filósofo. –Si tratas de buscarla racionalmente, es un hecho que nunca la encontrarás, pero si tratas de indagarla de una manera espiritual o sobre natural, entonces es posible que te acerques a ella y entonces puedas hacerle tu entrevista. Replicó.

Al continuar con su explicación, citó lo siguiente: “Hay también una serie de creencias espirituales o sobrenaturales sobre la suerte, variando ampliamente de unas a otras, aunque la mayoría coinciden en que puede influirse en la suerte con medios espirituales realizando ciertos rituales o evitando ciertas situaciones. Una de estas actividades es la oración, una práctica religiosa en la que esta creencia es especialmente fuerte. Muchas culturas y religiones de todo el mundo ponen un especial énfasis en la habilidad de las personas para influir sobre su suerte por medios rituales, a veces incluyendo sacrificios, presagios o hechizos. Otros asocian la suerte con un fuerte sentido de superstición, es decir, una creencia de que ciertos actos tabú o benditos influencian la forma en que la suerte les favorecerá en el futuro”.

“Gracias por todo señor filósofo” le tendí la mano y me despedí. Antes de irte –dijo, permíteme darte un consejo: “No seas un tonto sin suerte esperándola, trabaja, trabaja mucho y tarde o temprano algo sucederá. La suerte es falaz y nunca da nada, sólo presta”. Habiendo escuchado y conservado todo eso en mi mente regresé a mi oficina y sin poder escribir el proyecto…

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