
Si bien es posible contabilizar algunas bendiciones y seguir regando un tallo fuerte y lleno de esperanzas, siempre y cuando se le engañe diciéndole que todo en el mundo está perfecto; no creo que sea suficiente como para renovar el contrato.
La tregua de los doce años ha terminado; fue un tratado de paz y supuso un receso pacífico en la guerra por llegar al final de la línea, aunque con un ataque en el ínter pero sin mayores consecuencias. Me gusta pensar en todo lo que ha pasado desde entonces y poder testificar la seguridad de los cambios, coleccionar nombres, interpretar rostros, aceptar pérdidas y aprender a vivir en paz mientras siga llevando registro en el diario de vida de un borrego.
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