lunes, 28 de abril de 2008

Carta del "hijo" al "padre"

Soy el más grande de los hipócritas, porque innegablemente he sido celoso y mis actos han estado llenos de pretensión; los hombres me temen y respetan totalmente por la amenaza que les represento y en el nombre del cielo he de confesar que eso me agrada y me ha hecho desear toda la atención sólo para mí, transformar mi parte del espíritu al capitalismo reivindicándome mientras el cielo ignora cómo he sido criticado y olvida que ya algunos me han ignorado.

He abusado de mi poder, cielo, perdóname. No sé qué sentido tenga esto si se supone que los tres somos uno mismo… Uno solo.

Es cierto, la verdad es que para muchos de mis seguidores estoy fuera de alcance por separatista, mientras que el cielo relega la mediocridad de mi desempeño y la mediocridad que éste significa en el mundo moderno compensándome con alabanzas que ni siquiera merezco.

He abusado de mi llamado poder y otra vez te pido perdón, aunque no sé si valga algo, pues se supone que nosotros somos uno, uno mismo. ¿Alguna vez me advertiste sobre los peligros del poder? ¡No recuerdo ninguna enseñanza acerca del ego! No supe lidiar con ellos y eso me ganó el enorme estatus de un fabuloso fenómeno de la naturaleza.

He abusado de mi poder, ¿podrás perdonarme? Pero si nosotros somos uno mismo. Sí, uno mismo, eso es lo que tú le dijiste a todos. Sí tú, tú que siempre buscas lo bueno en el papel, pensando que en teoría todo tiene que ser bueno.

lunes, 21 de abril de 2008

Suerte


¿Quién es ese oscuro personaje al que llamamos suerte? ¿Dónde se encuentra y cómo es que se puede ganar su simpatía? ¿Por qué sólo sonríe a muy pocos privilegiados? ¿Quién le otorgó el poder de alterar la probabilidad y cuál es la fuente de éste? Debe existir un motivo para que ese ente se digne a mover sólo los hilos de aquellos que le agradan, favoreciéndoles y brindándoles oportunidades que sin su ayuda no alcanzarían; por eso estuve empeñado en entrevistarle, quise confrontarle y desenmascarar al mundo entero su egoísmo gozador o quizá descubrir su debilidad y probar que puede dominársele mediante artilugios humanos.

Salir en busca de la suerte para cuestionarle no es sencillo, es una estrella muy escurridiza. En varias ocasiones estuve cerca de encontrarle, pero siempre consiguió escapar, hasta que por fastidio abandoné el anteproyecto. “Tendré que quedarme con la duda sobre qué tanto tiene que ver en los sucesos afortunados y desafortunados en la vida cotidiana” pensé derrotado. Mientras conservo la incertidumbre, me frustran las glosas que tratan de influir afirmando que la suerte es un placebo que deriva de una actitud positiva, fomentando en su creencia como una falsa idea; pero eso no es verdad, yo estuve cerca de ella tratando de entrevistarla, pero no lo conseguí porque pudo eludirme. ¿Por qué insisten en aferrarme a que las penalidades atribuidas a la mala suerte se hayan en un estilo de vida arriesgado? ¿Qué pueden ganar si me convencieran que la buena fortuna derivase de una actitud positiva y relaciones sociales satisfactorias?

Ante la escasez de material para armar un informe y en el poco éxito obtenido en la búsqueda, desalentado decidí regresar a mi oficina y en el camino, no sé si haya sido por macabra coincidencia o sólo suerte que encontré un filósofo quien al ver mi aflicción se acercó a mí y preguntó el motivo de mi abatimiento. –“Salí en búsqueda de la suerte, señor” –Fue lo que le dije. –¿Y la encontraste?, preguntó. “No señor, estuve cerca de ella, pero no pude acercarme lo suficiente para hacerle las preguntas que le había preparado” –“Eso es típico”, refunfuñó y luego con una voz más suave me dijo: “En mi experiencia he aprendido bastantes cosas, una de ellas es que sólo los tontos buscan a la suerte y cuando comprendí eso dejé de buscarla”. Me contó también que hace unos años, antes que yo, un racionalista emprendió el mismo viaje, pero su propósito no era encontrar a la suerte, pues al no hallarla podría demostrar que ésta no existe. Al hacerlo según él aproximaría la creencia racional en la suerte como la aplicación de leyes de probabilidad y elusión a dogmas acientíficos. –“Recuerdo perfectamente mi encuentro con aquél hombre”, musitó el filósofo, mientras asentía mi gran interés. –“La creencia en la suerte es el resultado de un razonamiento pobre o un pensamiento ilusorio”, es el orgulloso comentario que le había dejado el racionalista. Cuando le pedí un ejemplo de ello, me citó el mismo que le había ilustrado años atrás: Para un racionalista, un creyente en la suerte comete la falacia lógica post hoc:

A ocurre (llevo mi camisa de la suerte) y entonces B ocurre (algo bueno)
Por tanto, A causó B

En la visión racionalista del mundo, la probabilidad sólo está afectada por relaciones causales confirmadas. Que un ladrillo caiga sobre una persona que camine bajo él, por tanto, no está en función de la suerte de dicha persona, sino que es el resultado de la colección de ocurrencias comprensibles (o explicables). Estadísticamente, cualquier persona que camine bajo el edificio tenía probabilidades de que le cayese el ladrillo.
Al ver que la explicación de la suerte a través del relato del hombre racionalista no me había quedado del todo clara y ante mi desaliento, el filósofo trató de explicármela desde otra perspectiva: –“Suerte es acertar entre la casualidad y el destino, supersticiosamente hablando”. ¿Qué pasó con ese hombre? –Pregunté. Se le hizo tarde platicando conmigo, -dijo el filósofo- así que rentó una habitación en la posada de enfrente, supe que al otro día se resbaló mientras se bañaba, cayendo de nuca y muriendo al instante. Recuerdo que eso sucedió un viernes 13.

Suerte y destino, una relación cuando la suerte sigue al destino después de una vida con obstáculos. Hasta ese momento, nunca había pensado cómo el concepto y creencia podía variar según la perspectiva de su observación y en la forma de tratar de explicar su comprensión.

Ya escuchaste el concepto de suerte como falacia y te acercas a su concepción como esencia, dijo el filósofo. –Si tratas de buscarla racionalmente, es un hecho que nunca la encontrarás, pero si tratas de indagarla de una manera espiritual o sobre natural, entonces es posible que te acerques a ella y entonces puedas hacerle tu entrevista. Replicó.

Al continuar con su explicación, citó lo siguiente: “Hay también una serie de creencias espirituales o sobrenaturales sobre la suerte, variando ampliamente de unas a otras, aunque la mayoría coinciden en que puede influirse en la suerte con medios espirituales realizando ciertos rituales o evitando ciertas situaciones. Una de estas actividades es la oración, una práctica religiosa en la que esta creencia es especialmente fuerte. Muchas culturas y religiones de todo el mundo ponen un especial énfasis en la habilidad de las personas para influir sobre su suerte por medios rituales, a veces incluyendo sacrificios, presagios o hechizos. Otros asocian la suerte con un fuerte sentido de superstición, es decir, una creencia de que ciertos actos tabú o benditos influencian la forma en que la suerte les favorecerá en el futuro”.

“Gracias por todo señor filósofo” le tendí la mano y me despedí. Antes de irte –dijo, permíteme darte un consejo: “No seas un tonto sin suerte esperándola, trabaja, trabaja mucho y tarde o temprano algo sucederá. La suerte es falaz y nunca da nada, sólo presta”. Habiendo escuchado y conservado todo eso en mi mente regresé a mi oficina y sin poder escribir el proyecto…

sábado, 12 de abril de 2008

¿Cuál es la diferencia entre los tres días que vive una mosca y los cien años que vive una tortuga?

Comparando el ciclo biológico de una mosca contra el de una tortuga me puse a pensar que el tiempo es la escenografía que ambienta la vida y no tiene un papel principal. Si se valoraran las cosas vividas, el tiempo quedaría en segundo plano.


El concepto de tiempo según la física es la medición entre un evento y otro, la magnitud física que cuenta la duración o separación de las cosas sujetas a cambio permitiendo ordenar los sucesos en secuencias estableciendo un presente, un pasado y un futuro. Hoy en día es considerado como uno de los recursos más importantes con que contamos y por lo general todos nos preocupamos mucho por aprovecharlo de la manera más eficientemente posible, pero volviendo a la comparación entre los 3 días que vive una mosca y los 100 años que vive una tortuga yo me preguntaría si esa valoración que le damos al tiempo es realmente tan relevante, si después de todo, una vida entera puede desarrollarse en tan sólo 72 horas (3 días).



Desde que la vida existe la cronología de toda una existencia se conjunta en 4 etapas biológicas: niñez, adolescencia, adultez y vejez, terminando así el ciclo de la vida. Mientras que para una mosca ese proceso dura 3 días, para una lenta tortuga toma 100 largos años teniendo en común entre estos seres las mismas fases. Eso es innegable desde un punto de vista en las ciencias naturales, pero filosóficamente ¿se podría decir que se tuvo una vida completa aún cuando el tiempo no permitiese el desarrollo de todas las etapas? ¿tiene más peso el tiempo o las cosas que se vivieron? Un poeta dijo una vez que vivir es aprender, es gozar los momentos bellos, desafiarse a sí mismo ante las adversidades teniendo en cuenta que cada minuto transcurrido jamás regresará y considerando que el amigo inseparable del tiempo es la muerte, siendo ésta la consecuencia propia de la vida.


Siendo así, nacemos para morir y entonces lo importante de ese proceso es todo lo que alcanzamos a vivir. Usualmente nos sorprende mucho más la noticia de la muerte de alguien joven que de alguien viejo; nos entristece más obviamente que se vaya alguien que apenas atravesaba ya sea la infancia, la adolescencia o la adultez en comparación con la partida de un ser que se encontraba en la vejez. Pero qué tal si ese que murió prematuramente antes de alcanzar la adultez o vejez vivió intensamente, haya disfrutado con mucha gratitud su paso por este mundo teniendo la capacidad de regocijarse ante sus triunfos y fracasos y sobre todo, se haya realizado como ser humano, aún cuando su tiempo no fuera tan extenso como el de otros, ¿habrá sido su existencia en vano porque no vivió muchos años o porque no alcanzó a acumular más vivencias? Yo definitivamente responderé que no. En ese contexto, yo pienso que la vida se mide según qué tanto la hayas disfrutado y aprovechado; según la felicidad y tristeza que hayas dado y recibido de otros; la mido también por las metas alcanzadas, los compromisos cumplidos y la capacidad de ser recordado, pero nunca por el tiempo que duró.


Para cerrar esta entrada, cito un texto anónimo que encontré en una página de pensamientos:


El valor del tiempo
Para entender el valor de un año, pregúntale a algún estudiante que perdió el año de sus estudios.
Para entender el valor de un mes, pregúntale a una madre que dió a luz a un bebé prematuro.
Para entender el valor de una semana, pregúntale al editor de un semanario.
Para entender el valor de una hora, pregúntales a los amantes que esperan encontrarse.
Para entender el valor de un minuto, pregúntale a una persona que perdió el avión.
Para entender el valor de un segundo, pregúntale a una persona que evitó un accidente.
Para entender el valor de una milésima, pregúntale al ganador de una medalla de plata.
¡El tiempo no espera por nadie. Ayer es historia. Mañana es misterio. ¡Hoy es un regalo!

domingo, 6 de abril de 2008

¡Adiós Hugo!

Finalmente sucedió lo inevitable: luego de una fuerte crítica a su trabajo, la era de Hugo Sánchez como Director Técnico de la Selección Mexicana de Fútbol llegó a su fin el pasado lunes 31 de marzo. Después de contar importantes fracasos como la descalificación de la Sub’ 23 para participar en los próximos Juegos Olímpicos a realizarse en Beijing, la imposibilidad de asistir a la Copa Confederaciones, la eliminatoria en semifinales en la Copa América y la pérdida de la Copa de Oro de CONCACAF, la Federación Mexicana de Fútbol decidió por unanimidad destituir a Hugo de su cargo, quien en conferencia de prensa anterior a esa fecha pedía tiempo y oportunidad para ofrecer los resultados óptimos, que irónicamente prometió al inicio de su periodo en noviembre de 2006.

¡Lo siento Hugo, ya no te seguirás inflando los bolsillos a costa de la Selección Mexicana! Es curioso como el llamado “Pentapichichi” criticó severamente el trabajo del argentino Ricardo La Volpe al frente del equipo mexicano, siendo que ahora el tiempo probó que sus resultados fueron mejores a los de él.
Ahora sin Hugo Sánchez, ¿qué sigue? Supongo que mantener el sueño de ir al Mundial en Sudáfrica y yo me pregunto qué tanta influencia puede tener cualquier técnico en un equipo que por más que se esfuerza nunca ha logrado destacar a nivel internacional desde hace décadas. ¿Hasta cuándo seguiremos soñando los mexicanos con un Fútbol de competencia mundial? Hoy en día es el deporte número uno en el país.
Por el momento no se han querido adelantar nombres para dirigir al equipo y ante la falta de gente lo suficientemente preparada en México, es muy probable que se tenga que contratar a un extranjero.